Creo que la mayor parte de mis colegas experimentaron lo
mismo antes de imaginar que iban a ser traductores profesionales.
Mis primeros deberes fueron traducir textos del inglés al
castellano y redactar párrafos breves en inglés en una escuela primaria de La
Habana; traducir lecciones cortas del latín al inglés en un instituto de Miami;
y resumir y traducir textos literarios en castellano —por ejemplo, El
sombrero de tres picos, de Pedro Antonio de Alarcón— en otro instituto de
Miami. Aunque entonces no lo sabía, probablemente fueron las semillas de una
vocación futura.
Como he publicado antes, me hice traductor hace cincuenta
años «como una vía para ganar
algún dinero extra para mis gastos, y de aprovechar los conocimientos de inglés
adquiridos durante mis estudios primarios y secundarios en Miami.» [1]
Más tarde, esta
profesión me conduciría a la edición y a una larga relación de trabajo con
libros, revistas y publicaciones científicas.
[1] Ver «Primeras
traducciones» 24 de septiembre de 2010.
[Imagen: Pieter Brueghel: La torre de Babel, óleo
sobre madera, 114 × 155 cm (1563).
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