viernes, 21 de febrero de 2014

Mi primer tutor editorial

Cuando comencé a editar en 1974, no había en La Habana una carrera de nivel universitario para preparar editores ni otro tipo de curso para su formación.
Al entrar a trabajar en la Editorial de Ciencias Sociales, pasé primero seis meses corrigiendo pruebas de imprenta en su Departamento de Correcciones antes de ser asignado a la Redacción Política de su Departamento Editorial.
El adiestramiento se llevaba a cabo sobre la base de un sistema muy similar al del maestro y el aprendiz que habían puesto en práctica los gremios medievales.
Mi primer tutor fue el editor Ángel Luis Fernández, quien guió mis primeros pasos en la que sería una de mis dos profesiones. Además de editor de primera línea en la Redacción de Sociología y Lingüística de esa misma editorial, fue poeta, narrador, compilador y ensayista. Sin embargo, su trabajo profesional no ha tenido el reconocimiento oficial que merece.
Yo lo recuerdo con gratitud por todo lo que me enseñó y por todo lo que aquellas primeras enseñanzas contribuyeron no solo a mi formación como editor novel, sino a mi posterior ascenso a jefe de redacción y a redactor jefe. [1]

[1] Ver «Mi primera edición», 8 de octubre de 2010.

[Foto: Ángel Luis Fernández Guerra (1942–2010).]


viernes, 14 de febrero de 2014

Ir de compras (de traductores)

«Querría conocer sus tarifas de traducción del castellano al inglés y viceversa.» La pregunta es frecuente en los correos-e que llegan a los buzones de los traductores.
La respuesta suele ser rápida. Se está disponible en ese momento o no se está. Si se está, se informan las tarifas y se espera algún encargo. A veces, se espera en vano.
Esa espera en vano es más frecuente que lo que imaginamos. ¿Por qué?
Creo que la clave está en el modo que algunas personas tienen de buscar los servicios de un traductor. Salen de compras, a contactarlos y a comparar costes, como se adquiere un producto cualquiera en el mercado, con la vista fija en la etiqueta del precio.
Esta fórmula suele reparar poco en la calidad y en la experiencia profesional reflejada en el currículo del traductor. Y, casi siempre, suele conducir a la peor elección.

[Imagen: Pieter Brueghel: La torre de Babel, óleo sobre madera, 114 × 155 cm (1563).]


viernes, 7 de febrero de 2014

La traducción de mini-jobs

La proliferación de mini-jobs es una de las consecuencias de la actual crisis económica. Se trata de empleos temporales, por horas y por bajos salarios que se ofertan en el marco de una alta tasa de desempleo. La filosofía que los sustenta es que es mejor tener algo que no tener nada.
Sin embargo, los trabajos breves han sido una constante habitual en el sector de la traducción. Son fundamentalmente encargos de documentos, correspondencia, publicidad, textos para páginas web y todo tipo de materiales de poca extensión que facturan menos de 100 euros. Los nuevos en el oficio, hacen de mala gana este tipo de trabajos.
Aunque, en realidad, no son una fuente importante de ingresos, si son un buen ejercicio práctico y una buena experiencia de relación profesional con un cliente.
Como lo expresara Samuel Pepys: «El que no se agacha por un alfiler, nunca tendrá una libra.» [1]

[1] Samuel Pepys: Diario, 3 de enero de 1668.

[Imagen: John Hayls, Samuel Pepys, óleo sobre tela, 756 × 629 mm, 1666.]