viernes, 29 de noviembre de 2013

Comer «en chino»

En estos días, estoy traduciendo una novela. La trama se desarrolla en China y en ella se mencionan varios platos de la cocina de ese país. Es una cocina que suma varias tradiciones regionales.
La traducción me abrió el apetito y hoy he buscado en mi «catálogo» de platos que me gusta cocinar y, de una lista de 234 recetas, he escogido esta caldereta china de marisco, que incluye langostinos, mejillones, cebolla, bambú, zanahoria, brécol, brotes de soja, jilote, puerro, pimiento, setas, guisantes, zumo de limón, aceite de sésamo, jengibre, curry, azúcar, salsas de soja y de ostras, y vino de arroz.

[1] Para información sobre libros de cocina traducidos por mí, ver: «Traducciones gastronómicas», 13 de noviembre de 2009; «Más cocina cubana», 22 de enero de 2010; «Más gastronomía, aunque más sana», 29 de enero de 2010; «Nuevo libro de cocina (1)», 5 de febrero de 2010; «Nuevo libro de cocina (2)», 12 de febrero de 2010; «Nuevo libro de cocina (3)», 19 de febrero de 2010; «Nueva traducción gastronómica», 25 de febrero de 2011; «Segunda edición sobre gastronomía sana», 29 de julio de 2011; «Nueva traducción de cocina: cenas»; 2 de marzo de 2012; «Nueva traducción de cocina: sopas», 9 de marzo de 2012; «Nueva traducción de cocina: postres», 16 de marzo de 2012.

[Imagen: Caldereta china de mariscos. Foto tomada de mi «catálogo» de platos que me gusta cocinar, 9 de marzo de 2013.]


viernes, 22 de noviembre de 2013

¿Cómo trabajar?

Es una cuestión tan personal como cualquier otra de las preferencias de cada individuo, aunque sí hay algunos elementos básicos.
Por ejemplo, ya que los traductores autónomos estamos en casa, vestir ropa cómoda y fresca en los meses más cálidos, y de abrigo en los más fríos, porque nos ayuda a trabajar con una sensación más placentera.
También tener en cuenta la conveniencia de cumplir con nuestros horarios de comida, además de los necesarios períodos de descanso.
El ambiente de trabajo es muy importante, tanto como una temperatura adecuada. Una buena iluminación, un nivel apropiado de silencio, una silla confortable donde pasar largas horas de trabajo, una postura adecuada del cuerpo, crear aquellas condiciones que más favorecen nuestra concentración…
La lista puede ser extensa, pero debe adecuarse a nuestras preferencias y a nuestras particularidades.
Lo importante es crear un ambiente que propicie al máximo nuestra productividad sin sacrificar nuestra sensación de bienestar.

[1] Ver también «Programa del día», 21 de septiembre de 2013, «Horas de trabajo», 1 de noviembre de 2013 y «¿Cuánto trabajar?», 8 de noviembre de 2013.

[Imagen: Alberto Durero: Der heilige Hieronymus im Gahäus [San Jerónimo (patrón de traductores e intérpretes) en su gabinete], 1514, grabado.]


viernes, 15 de noviembre de 2013

Aún más sobre publicidad

Vuelvo sobre el tema de la llamada «traducción publicitaria». Es un tema interesante porque en más de una ocasión he tenido que debatir con algún cliente la idea errónea de que un traductor tiene que convertirse en un redactor publicitario cuando le encargan una traducción de este tipo.
Son dos profesiones diferentes, con contenidos diferentes y con tarifas diferentes.
La esencia del problema reside en que la publicidad de cualquier producto o actividad se debe redactar independientemente para cada público (target) en su propio idioma.
Por otra parte, es muy difícil que un redactor, por ejemplo, redacte en español para un público de habla española y, a la vez, tenga en cuenta que el texto va a ser traducido y «facilite» el trabajo del traductor en la escritura de sus textos. De ahí, esa sensación de insatisfacción que nos queda a todos ante una publicidad traducida.
En otras ocasiones, se espera que el traductor sea el que solucione la carencia de redactores publicitarios en otras lenguas. [1]

[1] Sobre este tema, ver «Traducir publicidad», 18 de mayo de 2012.

[Imagen: «Expertos examinan la piedra de Rosetta en el Museo Británico», grabado publicado por el Illustrated London News, el 12 de septiembre de 1874, acerca del Segundo Congreso de Orientalistas celebrado ese año en Londres.]


viernes, 8 de noviembre de 2013

¿Cuánto trabajar?

Un traductor que trabaja demasiado no es realmente un trabajador productivo. Entre seis y ocho horas diarias de trabajo son suficientes para alcanzar una meta de 2.000 palabras de traducción de buena calidad. El cansancio no ayuda a lograr los niveles de concentración que hacen falta para trabajar bien.
Por lo tanto, he puesto en práctica un sistema de dos turnos de cuatro horas con una hora u hora y media de comida y siesta intermedias. Como me levanto a las 6.00, eso significa que comienzo a trabajar alrededor de las 7.00 y que he terminado de trabajar sobre las 17.00. También me tomo cinco o diez minutos de descanso cada hora para hacer caminatas cortas por la casa, beber una taza de té o de café y descansar la vista del monitor del ordenador.
Dos mil palabras en una hornada de ocho horas, cinco días a la semana, son suficientes. Sin embargo, todo depende de nuestra productividad. [1]

[1] Ver también «Programa del día», 21 de septiembre de 2013 y «Horas de trabajo», 1 de noviembre de 2013.

[Imagen: Antonello da Messina: San Gerolamo nello studio / San Jerónimo (patrón de traductores e intérpretes) en su estudio], c. 1774–1775, óleo sobre madera.]


viernes, 1 de noviembre de 2013

Horas de trabajo

Hoy vuelvo sobre el tema de la planificación del trabajo, que ya había tratado hace unas semanas. [1]
Si estamos de acuerdo con la necesidad y la utilidad de hacer un programa diario de actividades, conviene tener en cuenta además algunas cuestiones relacionadas con la distribución de las horas del día.
El modelo que yo he utilizado siempre se basa en la idea de establecer horas fijas para desarrollar las actividades del día; en particular, las de carácter profesional.
Como traductor autónomo, trabajo con una norma de traducción de 2.000 palabras diarias. Para lograr cumplir esa norma, mantengo una disciplina de trabajo ajustada a un horario fijo.
No creo que sea necesario ajustarse a un modelo preestablecido, como el de Benjamin Franklin, que me sirviera hace muchos años de inspiración personal. Creo que cada horario de actividades —de trabajo— debe ajustarse a las circunstancias personales de cada cual, tanto en sus horas de comienzo, intermedias y de finalización. No creo necesario levantarnos a las 5 de la mañana e irnos a dormir a la 1 de la madrugada como hacía Franklin. Sin embargo, sí creo que es conveniente tener en cuenta nuestras horas de mayor productividad para dedicarlas al trabajo.
Madrugar puede ser positivo para unos y negativo para otros. Trabajar las mañanas y las tardes o las tardes y las noches puede mejorar o perjudicar el trabajo de otros. La clave está en desarrollar —y cumplir— aquel horario que mejor se adecue a nuestras características personales.

[1] Ver «Programa del día», 21 de septiembre de 2013.

[Imagen: Domenico Ghirlandaio: San Jerónimo en su gabinete, fresco, 184 × 119 cm (1480).