viernes, 29 de julio de 2011

Segunda edición sobre gastronomía sana

El sello editorial Grijalbo, de Random House Mondadori, acaba de publicar la segunda edición de mi traducción inglés > castellano de 100 alimentos que curan, editado por Paula Bartimeus, cuyas primeras ediciones en inglés y castellano se publicaron en 2009. [1]
El subtítulo, «Combate las enfermedades más comunes y potencia tu salud», resume su contenido, relacionado con las propiedades medicinales de numerosos alimentos a los que se suman algunas recetas fáciles de preparar y listas de sus nutrientes.

[1] Para consultar otras entradas sobre mis traducciones gastronómicas, ver: «Traducciones gastronómicas»; 13 de noviembre de 2009; «Más cocina cubana», 27 de enero de 2010; «Más gastronomía, aunque más sana», 29 de enero de 2009; «Nuevo libro de cocina (1)», 5 de febrero de 2010; «Nuevo libro de cocina (2)», 12 de febrero de 2010; «Nuevo libro de cocina (3)», 19 de febrero de 2010; «Lost after Translation», 19 de noviembre de 2010; y «Nueva traducción gastronómica», 25 de febrero de 2011.

[En la imagen: Paula Bartimeus: 100 alimentos que curan, Grijalbo, segunda edición, julio de 2011.]

viernes, 22 de julio de 2011

¿«Traductor, traidor»?: Una breve revisión bibliográfica (5)

Conclusiones. En la breve revisión bibliográfica en las entradas precedentes, he condensado y sintetizado los resultados de una búsqueda de opiniones autorizadas. Mediante una comparación de las opiniones que aportan estas fuentes, he tratado de actualizar la información sobre este tema para conocer cuál es la tendencia predominante y aportar de esta manera un nuevo elemento de análisis para mi trabajo.
En general, las concusiones que se derivan de esta revisión es que hay una gran insatisfacción generalizada entre los traductores con sus relaciones con las editoriales, que las tarifas no facilitan el ejercicio profesional de la traducción, que los traductores sienten que su trabajo y ellos mismos son subestimados, y que no se cumplen escrupulosamente las leyes y las debidas obligaciones contractuales adquiridas con ellos.
Sería interesante que se realice un estudio exhaustivo acerca de en qué medida se cumple con el Real Decreto Legislativo 1/1996, de 12 de abril, Texto Refundido de la Ley de Propiedad Intelectual.
Por lo que se deduce de los informes más recientes, la situación esbozada en 1997, en el libro de Rodríguez Morató, aún subsiste de forma bastante generalizada.
El peligro de esta situación se resume en ese «círculo vicioso» mencionado por Anne-Hélène Suárez en una cita precedente, que dificulta «cada vez más el trabajo de los traductores mejor formados en lengua y literatura, y con mejor disposición inicial para llevar a cabo su labor con la dedicación necesaria en unas condiciones dignas», y que, por otra parte, facilita «el acceso a la profesión a personas menos formadas en lengua y literatura, más ávidas en su búsqueda de encargos, menos escrupulosas en su ejecución, más susceptibles de aceptar las peores condiciones». [1]

[1] Anne-Hélène Suárez: «La labor del traductor sufre la inconsciencia total que de ella tienen los lectores», sitio web de la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña (ACEC), 12 de marzo de 2009.

Referencias
Asociación Profesional Española de Traductores e Intérpretes (APETI): “Introducción”, sitio web de APETI.
Blanco Martínez, Rogelio: «Presentación», El libro blanco de la traducción en España, Ministerio de Cultura, 2010, p. 8.
Centro de Documentación del Libro y la Lectura, Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas, Ministerio de Cultura: «La traducción editorial en España», diciembre de 2008.
Grossman, Edith: «Translating Cervantes», conferencia en el Inter-American Development Bank, Washington DC, 12 de enero de 2005.
Instituto Nacional de Estadísticas: Nota de prensa, 29 de marzo de 2011.
Macías Sistiaga, Carmen y Matilde Fernández-Cid, Catalina Martínez Muñoz y José Manuel de Prada Samper: «Informe sobre la situación del traductor de libros en España», Vasos Comunicantes, no. 25, primavera de 2003,
Rodríguez Marcos, Javier: «Los traductores levantan la voz», El País, 6 de junio de 2009.
Rodríguez Morató, Arturo: La problemática profesional de los escritores y traductores: una visión sociológica, ACEC, 1997, pp. 83–84.
Suárez, Anne-Hélène: «La labor del traductor sufre la inconsciencia total que de ella tienen los lectores», sitio web de la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña (ACEC), 12 de marzo de 2009.

viernes, 15 de julio de 2011

¿«Traductor, traidor»?: Una breve revisión bibliográfica (4)

Las relaciones contractuales. Sobre este tema, Arturo Rodríguez Morató comentaba en su libro de 1997: «Así, por ejemplo, con respecto a los problemas para el cobro de remuneraciones, que antes habíamos considerado en el caso de los escritores, vemos que los traductores los tienen todavía en mayor grado […]. Y aun cuando la trascendencia vital de tales problemas resulta en su caso más acusada.» [1]
«Por último, con respecto a las liquidaciones que el editor ha de hacer en el caso de haber contratado una traducción en la que se acordara el pago de derechos sobre la explotación del libro, el nivel de cumplimiento parece ser verdaderamente ínfimo […].» [2]
«Otro dato refrenda esta conclusión y completa el panorama de maltrato sistemático de los traductores por parte de los editores, que hemos dibujado hasta aquí: el del nivel de formalización contractual de las relaciones. En efecto, a pesar de la obligación legal que existe de plasmar los encargos de traducción en contratos por escrito, lo cierto es que solo una pequeña proporción de traductores logra hoy por hoy imponer esta práctica de modo habitual: tan solo una cuarta parte del total del colectivo; mientras, que son bastantes más (alrededor de un tercio) los que apenas suscriben nunca contratos.» [3]
Como testimonio de hasta qué punto subsisten los problemas expuestos en los párrafos y entradas anteriores desde 1997, cito a continuación las palabras del responsable de la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura en la presentación de El libro blanco de la traducción en España, publicado en 2010: «Se hace necesario seguir aunando esfuerzos para favorecer una relación más horizontal entre el editor y el traductor, para universalizar los contratos legales de edición, el cumplimiento de las condiciones en ellos estipuladas, para aportar mayor transparencia en los datos de tirada, apoyar el establecimiento de tarifas más equitativas y más justas que permitan a los traductores vivir de su profesión y para favorecer la proporcionalidad a la hora de percibir los beneficios. Es, cuando menos, paradójico que este colectivo que asume la ingente tarea de transmitir la cultura en beneficio de las civilizaciones no pueda vivir con dignidad de su profesión, un oficio del que también las editoriales son grandes beneficiadas. Retos, en definitiva, que todavía hoy requieren acciones de mejora, pues junto a los ilustradores y a los autores constituyen la tripleta más significativa de nuestra fortaleza creadora.» [4]
Los antes citados premios nacionales de traducción ya habían comentado el año anterior la continuidad de esta problemática.
María Teresa Gallego Urrutia confesó: «Después de 40 años de oficio, soy una privilegiada: me dan buenos libros, no me tocan una coma, [5] me respetan el contrato... Lo que quiero es que ésa sea la pauta para todos los traductores.» A una pregunta del entrevistador acerca de cuáles son las condiciones ideales de trabajo, respondió más adelante: «Que se cumpla la Ley de Propiedad Intelectual. Que no haya traducciones sin contrato y que no haya contratos que se salten la ley.» Después añadió: «Hace falta un organismo estatal que controle eso. Que no todo tenga que pasar por el juzgado.» [6]
Miguel Saénz comentó: «…que las editoriales respeten esos contratos. Porque las liquidaciones son de risa.» Después respondería a la pregunta acerca de si consideraba que la ley es buena: «Sí, pero se incumple. Y no puedes estar todo el día pleiteando con multinacionales.» [7]

[1] Arturo Rodríguez Morató: La problemática profesional de los escritores y traductores: una visión sociológica, ACEC, 1997, pp. 84.
[2] Rodríguez Morato: pp. 85–86.
[3] Rodríguez Morató. Pp. 86–87.
[4] Rogelio Blanco Martínez: El libro blanco de la traducción en España, Ministerio de Cultura, 2010, p. 8.
[5] Una de las costumbres más irritantes de algunos editores es introducir correcciones en los textos traducidos —para bien o para mal— que no se consultan con el traductor antes de publicarlos.
[6] María Teresa Gallego Urrutia, citada por Javier Rodríguez Marcos: «Los traductores levantan la voz», El País, 6 de junio de 2009. (Las cursivas son mías.)
[7] Miguel Saénz, citado por Javier Rodríguez Marcos: loc.it.

viernes, 8 de julio de 2011

¿«Traductor, traidor»?: Una breve revisión bibliográfica (3)

El respeto de la profesión. El año pasado publiqué en este blog una cita de Edith Grossman (1936) [1] que me suscitó este interés por abundar en cómo se sienten valorados los traductores. Reproduzco a continuación la primera frase de aquella cita: «La traducción es un oficio raro; por lo general, apreciado por los escritores —con unas pocas excepciones mayúsculas como Milan Kundera—; subestimado por los editores; menospreciado por el mundo académico; e ignorado prácticamente por los críticos literarios.» [2]
El ya citado Miguel Saénz ha afirmado: «Salvo excepciones, los editores sienten un desprecio escandaloso por el traductor.» [3]
Y María Teresa Gallego Urrutia añadía: «De todos modos, el poco aprecio general se nota en cosas que no cuestan dinero. Muchas veces las reseñas de libros omiten en la ficha el nombre del traductor, o dicen que tal libro lo ha "traducido" la editorial equis. No digo ya poner al traductor en la cubierta del libro, cosa que hacen sólo unas pocas. Dicen que estropea el diseño.» Más adelante precisó: «No es vanidad, es un asunto laboral. El editor me pagará decentemente si sabe que le doy beneficios, que soy un valor añadido, si sabe que una buena traducción le va a dar tres céntimos más. Y para eso el lector tendrá que saber que existo. Hay gente que cree que todos los libros vienen directamente escritos en español.» [4]
Hasta aquí se trata de opiniones personales, pero los puntos de vista de los colectivos representados coinciden.
Esto es lo que ha expresado la Asociación Profesional Española de Traductores e Intérpretes: «APETI considera que el ejercicio profesional independiente de la traducción se encuentra en una situación crítica que requiere la acción conjunta y solidaria de todos los profesionales.
»Traducir es, en todas sus modalidades y especialidades, un proceso puramente intelectual que implica la comprensión e interpretación del pensamiento humano formulado en una lengua y su expresión en otra lengua. Toda traducción oral o escrita es producto del intelecto individual de la persona física que la realiza. La producción remunerada de traducciones no es, por tanto, una actividad industrial ni empresarial de ningún tipo, sino una actividad profesional que se ejerce personalmente por cuenta propia o ajena, individualmente o en colaboración con otros profesionales.
»La traducción desempeña hoy un papel clave en la expansión y desarrollo de las sociedades globales de la información y del conocimiento y en su impacto en todas las culturas y lenguas. Sin embargo, el estatus y la situación profesional del traductor no reflejan la enorme importancia social, cultural y económica de la traducción. Esto se debe a la existencia de poderosos intereses que ejercen un fuerte control económico e intelectual sobre la producción de traducciones utilizando la desinformación, la intermediación comercial y la injerencia tecnológica.»
Más adelante APETI añade: «La Traducción Literaria (TL) profesional se ejerce frecuentemente en un ámbito dominado por los intereses de las grandes empresas editoriales. Dichos intereses podrían acabar confluyendo con los intereses empresariales que amenazan el área de la traducción técnica, dado que el nombre del traductor de una obra literaria no es considerado un activo empresarial insustituible, como pueda serlo el del autor de la misma.» [5]

[1] Ver «Edith Grossman: “La traducción es un oficio raro”», 18 de junio de 2010.
[2] Edith Grossman: «Translating Cervantes», conferencia en el Inter-American Development Bank, Washington DC, 12 de enero de 2005.
[3] Miguel Saénz, citado por Javier Rodríguez Marcos: «Los traductores levantan la voz», El País, 6 de junio de 2009.
[4] María Teresa Gallego Urrutia, citada por Javier Rodríguez Marcos: loc. cit.
[5] Asociación Profesional Española de Traductores e Intérpretes (APETI): “Introducción”, página web http://www.apeti.org.es/#stcnejprof, cita tomada el 30 de abril de 2011.

viernes, 1 de julio de 2011

¿«Traductor, traidor»?: Una breve revisión bibliográfica (2)

Las tarifas. En 2009, Anne-Hélène Suárez Girard (1960), Premio Stendhal de Traducción 2011, comentó lo siguiente: «Esta visión negativa del traductor, combinada con su invisibilidad, contribuye en gran medida a que el traductor sea despectivamente considerado por los editores susceptibles de requerir sus servicios, y eso se refleja tanto en las tarifas que suelen aplicarse a la traducción como en el resto de las condiciones contractuales. El resultado es un círculo vicioso que ejerce a la vez una fuerza centrífuga —dificultando cada vez más el trabajo de los traductores mejor formados en lengua y literatura, y con mejor disposición inicial para llevar a cabo su labor con la dedicación necesaria en unas condiciones dignas— y una fuerza centrípeta —facilitando el acceso a la profesión a personas menos formadas en lengua y literatura, más ávidas en su búsqueda de encargos, menos escrupulosas en su ejecución, más susceptibles de aceptar las peores condiciones y, en consecuencia, de atraer a editores que no quieren o creen no poder dedicar los recursos necesarios a la traducción, puesto que ésta no es más que un aspecto como cualquier otro en el proceso de producción de un libro—. En definitiva, la situación en conjunto hace que resulte prácticamente imposible vivir de una actividad tan necesaria para la sociedad y fundamental para la cultura como es la traducción literaria.» [1]
A este comentario, se suman otras opiniones.
Miguel Sáenz, ya citado en la entrada anterior, ha valorado así esta situación: «A la mayoría [de los editores] les tiene sin cuidado la traducción. Lo que quieren es que les salga barata. Y las tarifas están bajando.» Y añadió a continuación: «Ahí tengo unas actas de la Comisión de Derecho Internacional, que es más fácil de traducir que una novela. Por cada página me pagan seis veces más. Si en un mes puedo ganar lo que en un año... Cuando te viene un encargo así y lo rechazas para traducir a Günter Grass es que estás loco.» También puntualiza: «Hay editores que se quedan con subvenciones que deberían ir al traductor.» [2]
Por su parte, María Teresa Gallego Urrutia (1943), también Premio Nacional de Traducción en España, dijo: «Un 35% de lo que hay en una librería española es traducido.» Y después añade: «Hay estudios que demuestran que es ínfimo el coste de una traducción bien pagada en el precio general de un libro. O sea, no pagan mal para ahorrar, sino porque nos desprecian.» [3]
Su colega, José Luis López Muñoz (1934), otro Premio Nacional de Traducción español, afirmó: «Y cuando un editor vende tu traducción —por ejemplo, al Círculo de Lectores—, lo hace por un precio que no conoces, y se queda con la mitad.» [4]
Comparada con otros países de la Unión Europea, la tarifa media para una traducción literaria con una extensión de 150 páginas rondaría hoy en España los 1.500–1.800 euros. Según un informe elaborado por el PEN Club y el Institut Ramon Llull en 2007, la misma traducción rondaría en Bélgica los 6.712 euros; en los Países Bajos, 6.712 euros; en Inglaterra, 4.423 euros; y en Francia, 2.925–3.375 euros. [5]
Un informe del Ministerio de Cultura en 2008, resume esta situación:
«Uno de los principales problemas manifestados reiteradamente por este colectivo es la dificultad para desarrollar la profesión de forma exclusiva, lo que suele tener como consecuencia la necesidad de compaginarlo con otras actividades profesionales (normalmente la realización de otro tipo de traducciones mejor retribuidas).» [6]

[1] Anne-Hélène Suárez: «La labor del traductor sufre la inconsciencia total que de ella tienen los lectores», sitio web de la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña (ACEC), 12 de marzo de 2009.
[2] Miguel Sáenz, citado por Javier Rodríguez Marcos: «Los traductores levantan la voz», El País, 6 de junio de 2009.
[3] María Teresa Gallego Urrutia, citada por Javier Rodríguez Marcos: loc. cit. (Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas, en 2010, las traducciones representaron 14,4% (59,2% en inglés) del total de títulos publicados. Ver: Instituto Nacional de Estadísticas: Nota de prensa, 29 de marzo de 2011.)
[4] José Luis López Muñoz, citado por Javier Rodríguez Marcos: loc. cit.
[5] Esther Allen (ed.): Ser traducido o no ser. Informe PEN / IRL sobre la situación internacional de la traducción literaria, septiembre de 2007, p. 46.
[6] Centro de Documentación del Libro y la Lectura, Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas, Ministerio de Cultura: «La traducción editorial en España», diciembre de 2008, p. 50.