Los clientes (en particular, autores y editores) tienen derecho a una privacidad que no se debe violar. Sus manuscritos se deben traducir con el debido respeto a su confidencialidad. Los derechos del cliente se pueden violar si se revela el contenido de su trabajo durante la traducción de sus manuscritos. Los traductores no deben revelar información sobre los manuscritos durante el proceso de traducción a ninguna otra persona que no sea su cliente. Por lo tanto, los traductores deben respetar los derechos de sus clientes al no comentar públicamente su trabajo antes de que se hayan publicado sus manuscritos.
Además, se deben abstener especialmente de manifestar alguna opinión acerca de algo
o de alguien relacionados con los manuscritos de sus clientes, o de hacer
comentarios injuriosos sobre ellos.
En tiempos de
crisis, las normas éticas tienden a flaquear. Por lo tanto, estos tiempos
difíciles son una buena ocasión para insistir en otros aspectos éticos como la competencia
profesional leal, y las tarifas y condiciones para realizar traducciones como trabajadores
autónomos que no subvaloren nuestra profesión.
[1] Ver «Consejos
prácticos: Buenas prácticas en traducción», 16 de septiembre de 2011.
[Imagen: Antonello da Messina: San Jerónimo en su estudio,
óleo sobre madera, 45,7 cm ×
36,2 cm, c. 1475.]
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