viernes, 3 de mayo de 2013

Sobre las pequeñas editoriales (1)


La fusión reciente de dos gigantes como Random House y Penguin ha puesto el foco de atención en esta tendencia entre los grandes grupos editoriales. Por ejemplo, uno de los mayores grupos españoles incluye más de cincuenta sellos. Muchos de ellos eran competidores fusionados o adquiridos en el pasado.
Pero, ¿qué ocurre con las pequeñas y medianas empresas editoriales que aún no han sido absorbidas por las más grandes? Las editoriales más pequeñas que han sobrevivido hasta ahora necesitan competir con ellas, y esto se puede hacer a través de la especialización en una temática particular, trabajando sin grandes gastos —es decir, los costos necesarios para llevar adelante sus negocios— y con una eficiencia máxima.
Una eficiencia máxima requiere dos elementos básicos: personal altamente calificado y buena organización.
Personal altamente calificado
Los recursos humanos adecuados para una editorial pequeña no son una cuestión de la cantidad sino de la calidad de la fuerza de trabajo. Pienso en términos de editores, revisores de estilo, correctores ortográficos y tipográficos, diseñadores gráficos, jefes de producción y representantes comerciales.
La eficiencia empieza y termina con la elección de buenos títulos y buenos autores por el editor y con la capacidad del representante comercial para introducirlos en el mercado. En el medio, la eficiencia depende de la capacidad para editar de los revisores de estilo y de los correctores, del talento del diseñador gráfico para crear cubiertas llamativas y diseños interiores funcionales, y de la aptitud del jefe de producción para trabajar con un impresor competente.
Un equipo de trabajo en plantilla, como el que se ha mencionado arriba, puede producir entre 10 y 12 libros de alta calidad al año. Esta cifra puede aumentar mediante la contratación de una fuerza de trabajo externa igualmente calificada y experimentada.

[Imagen: Scriptorium Monk at Work, grabado publicado en William Blades: Pentateuch of Printing with a Chapter on Judges, E. Stock, 1891.]

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