viernes, 6 de diciembre de 2013

La administración de la paciencia

Después de la digresión gastronómica de la semana pasada, vuelvo a nuestros temas habituales. En este caso, publico un nuevo comentario sobre las relaciones con los clientes.
Hay clientes difíciles. Todos los autónomos hemos tropezado con ellos. Son precisamente esos casos en los que hay que administrar muy bien la paciencia. Pero como todo en nuestras vidas, la paciencia tiene sus límites y hay que estar alertas para no perder la compostura cuando de difíciles algunas personas pasan a ser desesperantes.
Lo más sensato es conservar un tono amable, pero firme. No hay que dejar que alguien malinterprete que amabilidad es sinónimo de sumisión. Una actividad profesional solo es rentable cuando tiene el respeto del cliente.
De ese respeto dependen no solo el trato personal sino la concertación de las tarifas y de las condiciones de entrega.
No es productivo trabajar para un cliente que subestima nuestra capacidad profesional, que cuestiona la calidad de nuestro trabajo, nuestros precios, y los tiempos que necesitamos para el ejercicio serio de nuestra profesión.
Como he señalado en otra ocasión, si encontramos clientes que son así, es preferible no tenerlos antes que llegar a perder la paciencia. [1]

[1] Ver «Consejos prácticos: Clientes (1)», 7 de octubre de 2011 y «Consejos prácticos: Clientes (2)», 14 de octubre de 2011.

[Imagen: Scriptorium Monk at Work, grabado publicado en William Blades: Pentateuch of Printing with a Chapter on Judges, E. Stock, 1891.]


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