viernes, 15 de noviembre de 2013

Aún más sobre publicidad

Vuelvo sobre el tema de la llamada «traducción publicitaria». Es un tema interesante porque en más de una ocasión he tenido que debatir con algún cliente la idea errónea de que un traductor tiene que convertirse en un redactor publicitario cuando le encargan una traducción de este tipo.
Son dos profesiones diferentes, con contenidos diferentes y con tarifas diferentes.
La esencia del problema reside en que la publicidad de cualquier producto o actividad se debe redactar independientemente para cada público (target) en su propio idioma.
Por otra parte, es muy difícil que un redactor, por ejemplo, redacte en español para un público de habla española y, a la vez, tenga en cuenta que el texto va a ser traducido y «facilite» el trabajo del traductor en la escritura de sus textos. De ahí, esa sensación de insatisfacción que nos queda a todos ante una publicidad traducida.
En otras ocasiones, se espera que el traductor sea el que solucione la carencia de redactores publicitarios en otras lenguas. [1]

[1] Sobre este tema, ver «Traducir publicidad», 18 de mayo de 2012.

[Imagen: «Expertos examinan la piedra de Rosetta en el Museo Británico», grabado publicado por el Illustrated London News, el 12 de septiembre de 1874, acerca del Segundo Congreso de Orientalistas celebrado ese año en Londres.]


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