Un/a colega se quejó hace algunas semanas de que él/ella había trabajado para un cliente «por una tarifa de traducción muy baja» porque «en ese momento no tenía mucho trabajo, y lo acepté». Cuando él/ella pidió «a finales de marzo, que le pagaran las facturas de sus trabajos de abril, el director le dijo que ellos pagaban a sus traductores ¡a los 90 días!».
El problema con
este/a colega es que una vez que uno acepta trabajar por tarifas muy bajas y
espera a terminar el trabajo para averiguar cuándo se cobrará, no se puede
esperar respeto profesional y se corre el riesgo de que ni siquiera paguen.
La experiencia nos
enseña que si un cliente quiere pagar a los 90 días y no es lo bastante
solvente para pagar a los 30, es mejor buscarse otro. [1]
[1] Ver «Consejos
prácticos: Clientes (1)», 7 de octubre de 2011 y «Consejos prácticos: Clientes
(2)», 14 de octubre de 2011.
[Imagen: Domenico Ghirlandaio: San Jerónimo en su
gabinete, fresco, 184 × 119
cm (1480).
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