viernes, 25 de junio de 2010

Plantas medicinales

Las corrientes ecologistas y naturalistas de los últimos años nos han servido para mejorar nuestra forma de alimentarnos y de medicarnos. Sin embargo, también han contribuido a que aparezcan nuevas formas de automedicación con plantas que, a veces, por falta de información adecuada, tienen resultados contrarios a los esperados.
Si la automedicación con fármacos puede llegar a ser peligrosa, el acceso más fácil a las plantas medicinales y su consumo sin consejo médico previo también pueden llegar a ser nocivos.
Una obra que por su carácter eminentemente científico da una visión precisa de sus propiedades es Plantas medicinales. Escrita por Joanne Barnes, Linda A. Anderson y J. David Philipson, colaboré en la traducción de sus 149 monografías con un equipo que incluyó además tres traductoras.
La información contenida en esta obra incluye la especie, la familia, la parte de la planta que se utiliza, la farmacopea, la categoría legal, sus componentes químicos, su uso alimentario, su aplicación terapéutica, su posología, su acción farmacológica, sus posibles efectos secundarios, su grado de toxicidad, así como contraindicaciones, advertencias, datos de interés farmacéutico y una bibliografía correspondiente a cada especie.

[En la imagen: Joanne Barnes, Linda A. Anderson, J. David Philipson: Plantas medicinales, Pharma Editores, 2005.]

viernes, 18 de junio de 2010

Edith Grossman: «La traducción es un oficio raro»

Edith Grossman (1936) es la traductora al inglés de Miguel de Cervantes (Don Quijote), Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Ariel Dorfman, Mayra Montero, Álvaro Mutis, Augusto Monterroso, Carmen Laforet, Antonio Muñoz Molina, entre otros. Conviene leer su libro Why Translation Matters (Yale University Press, 2010), y resulta interesante meditar acerca de estas ideas suyas sobre la profesión de traducir.

«La traducción es un oficio raro; por lo general, apreciado por los escritores —con unas pocas excepciones mayúsculas como Milan Kundera—; subestimado por los editores; menospreciado por el mundo académico; e ignorado prácticamente por los críticos literarios. Es una labor que muchos detractores están, como mucho, de acuerdo con que es imposible; que es una traición en el peor de los casos; y, como promedio, que no es probablemente nada más que el resultado acumulativo de una familiaridad diligente —e incluso servil— con los diccionarios. Aunque llevar un texto a otra lengua tenga una historia larga y gloriosa.
»[…] Por supuesto, para la mayoría de nosotros, ni la fama ni la riqueza son motivaciones serias para una empresa tan mal remunerada y tan poco alabada. Hay algo jubilosa, excepcional e intrínsicamente valioso en este trabajo que nos anima a realizarlo, porque no puedo imaginar otra carrera en la que sus profesionales se encuentren constantemente cuestionados para demostrarle al mundo que lo que hacen es decoroso, honroso y posible. Una y otra vez, estamos obligados a insistir en lo que se llama lo "traducible" de la literatura; llamados a reivindicar la credibilidad y el valor de la traducción; desafiados a defender nuestra presencia misma como voz intermedia entre el primer autor y los lectores de la segunda versión de la obra; es decir, la traducción.» [1]

[1] Edith Grossman: «Translating Cervantes», conferencia en el Inter-American Development Bank, Washington DC, 12 de enero de 2005. Para una visión crítica más reciente sobre el ejercicio de la traducción literaria en España, ver también la entrevista a los Premios Nacionales de Traducción María Teresa Gallego Urrutia [1943], Miguel Sáenz [1932] y José Luis López Muñoz [1934], en Javier Rodríguez Marcos: «Los traductores levantan la voz», El País, 6 de junio de 2009. Ver además Anne-Hélène Suárez: «La labor del traductor sufre la inconsciencia total que de ella tienen los lectores», entrevista publicada en la página web de la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña (ACEC), 12 de marzo de 2009.

[En la imagen: «Expertos examinan la piedra de Rosetta en el Museo Británico», grabado publicado por el Illustrated London News, el 12 de septiembre de 1874, acerca del Segundo Congreso de Orientalistas celebrado ese año en Londres.]

viernes, 11 de junio de 2010

Mi perfil profesional en Ediciona.com (2)

 
 

Por segunda ocasión en este semestre [1] debo agradecer a Ediciona.com —web de los profesionales del sector editorial—, su reconocimiento a mi perfil profesional en su sitio.
El equipo de esta web la define así en su sección «Quienes somos»:
«Ediciona es un portal para profesionales y empresas del sector editorial, entendidos como los sujetos que participan de forma activa en el proceso de creación, producción, distribución, promoción y venta de libros y prensa. Nuestro objetivo es crear comunidad y prestar servicio a todos estos profesionales y empresas […]»
Los amigos que leen este blog, pueden acceder en http://www.ediciona.com.
¡Gracias!

[1] Ver «Mi perfil profesional en Ediciona.com», 9 de abril de 2010.

viernes, 4 de junio de 2010

Churchill: Un discurso de 1940

Sir Winston Churchill fue uno de los personajes más determinantes en la historia mundial del siglo veinte. Hoy, 4 de junio, se conmemora el setenta aniversario de su discurso «Combatiremos en las playas», pronunciado ante la Cámara de los Comunes, en uno de los momentos más críticos de la historia de Gran Bretaña. En 2008, traduje Debemos defender nuestra isla cueste lo que cueste y otros discursos. Entre las alocuciones incluidas, se encuentra ese discurso del día 4. A continuación, reproduzco sus palabras finales, que resultan reveladoras de la fortaleza espiritual que lo hizo sobresalir como uno de los jefes de estado europeos más notables de todos los tiempos.

Combatiremos en las playas
(Cámara de los Comunes, 4 de junio de 1940)

[…] Personalmente, tengo confianza en que, si todos cumplen con su deber, si nada se abandona, y si se toman las mejores disposiciones —como se están tomando— nos demostraremos a nosotros mismos una vez más que somos capaces de defender nuestro hogar insular, capear el temporal de la guerra y sobrevivir la amenaza de la tiranía durante años, si fuese necesario, y solos, si fuese necesario. En todo caso, eso es lo que vamos a tratar de hacer. Ésa es la determinación del gobierno de su majestad, y de cada uno de sus miembros. Ésa es la voluntad del parlamento y de la nación. El imperio británico y la república francesa, unidos en su causa y en su necesidad, defenderán hasta la muerte su suelo natal, ayudándose como buenos camaradas hasta el máximo de sus fuerzas. Aunque grandes extensiones de Europa y muchos estados viejos y famosos hayan caído o puedan caer en el puño de la Gestapo y de todo el aparato odioso del dominio nazi, no flaquearemos ni desfalleceremos. Seguiremos hasta el final. Combatiremos en Francia. Combatiremos en los mares y en los océanos. Combatiremos con confianza y fuerza crecientes en el aire. Defenderemos nuestra isla, no importa lo que cueste. Combatiremos en las playas. Combatiremos en los puntos de desembarco. Combatiremos en los campos y en las calles. Combatiremos en las colinas. No nos rendiremos nunca. Incluso —y es algo que no me creo un solo momento—, si esta isla o una parte considerable de ella estuviese ocupada y hambrienta, nuestro imperio de ultramar, armado y protegido por la flota británica, continuaría la lucha, hasta que, cuando Dios lo decida, el nuevo mundo, con toda su fuerza y su poder, dé el paso al frente para rescatar y liberar al viejo continente.

[En la imagen: Sir Winston Churchill: Debemos defender nuestra isla cueste lo que cueste y otros discursos, Colección Las Voces de la Democracia 02, PMI S.A., 2008.]