Muchos de mis colegas siguen quejándose en los foros de
traductores acerca del intrusismo profesional en nuestro mercado de trabajo
abierto para todos. Pienso que es más una cuestión de ética empresarial que un
problema de ética laboral. Los traductores profesionales desempeñan su trabajo
con seriedad, y lo hacen bien y legalmente.
El caldo de cultivo que permite el intrusismo en la
traducción se localiza en algunos sectores de la comunidad empresarial que
buscan traducciones baratas, y que menosprecian el respeto que merece el
público.
Los ganadores son aquellos clientes que prefieren bajar
costes a expensas de la calidad y contratan traductores incompetentes.
El perdedor es el público que paga un buen precio por un
producto malo.
Mis colegas tienen razón cuando se quejan. Cuando un
traductor sin cualificación acepta tarifas muy bajas, entrega traducciones de
mala calidad y trabaja dentro de la economía sumergida, pone en peligro el
prestigio de nuestra profesión.
[Imagen: Hans Holbein: El vendedor ambulante (Serie
Danza de la Muerte), 14,7 cm ×
10,7 cm, xilografía, circa 1538.]
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