La Habana —bloqueada tanto hacia adentro como hacia afuera— cumplió 490 años el pasado 16 de noviembre. El libro Colonial Havana: A Fortress of the Americas, dedicado a su sistema de fortificaciones coloniales —la muestra arquitectónica más visible de su hispanidad— es una visión en síntesis de un largo período constructivo para defender la ciudad de los verdaderos piratas del Caribe y que terminó rodeándola con un impresionante círculo defensivo. Es la historia de un puerto vulnerable por el abrigo que ofrecía con generosidad, y que se fue endureciendo de piedra para poderse enfrentar con éxito a la codicia de sus enemigos.
Disfruté mucho traduciendo al inglés las descripciones de sitios para mí tan familiares como el Castillo de la Real Fuerza (1558–1577), el Castillo de San Salvador de la Punta (1589–1600), el Castillo de los Tres Reyes del Morro (1589–1630), el Torreón de Santa Dorotea de Luna de la Chorrera (1636–1643), el Torreón de Cojímar (1639–1648), la Torre de Bacuranao (1692), el Torreón de San Lázaro (¿1692?), la Muralla de La Habana (1674–1798), el Arsenal de La Habana (1723–1796) —donde se construyera el célebre navío Santísima Trinidad, de 2.475 toneladas—, la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña (1763–1774), el Castillo de Santo Domingo de Atarés (1763–1767), el Castillo del Príncipe (1767–1779) y los antiguos emplazamientos de la baterías Número 1 (1897), de Santa Clara (1897), y la Cortina de Valdés (1897).
Es, por lo tanto, una de mis traducciones favoritas.
[En la imagen: J. M. Fernández Núñez: Colonial Havana: A Fortress of the Americas, Editorial José Martí, 1998.]
Disfruté mucho traduciendo al inglés las descripciones de sitios para mí tan familiares como el Castillo de la Real Fuerza (1558–1577), el Castillo de San Salvador de la Punta (1589–1600), el Castillo de los Tres Reyes del Morro (1589–1630), el Torreón de Santa Dorotea de Luna de la Chorrera (1636–1643), el Torreón de Cojímar (1639–1648), la Torre de Bacuranao (1692), el Torreón de San Lázaro (¿1692?), la Muralla de La Habana (1674–1798), el Arsenal de La Habana (1723–1796) —donde se construyera el célebre navío Santísima Trinidad, de 2.475 toneladas—, la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña (1763–1774), el Castillo de Santo Domingo de Atarés (1763–1767), el Castillo del Príncipe (1767–1779) y los antiguos emplazamientos de la baterías Número 1 (1897), de Santa Clara (1897), y la Cortina de Valdés (1897).
Es, por lo tanto, una de mis traducciones favoritas.
[En la imagen: J. M. Fernández Núñez: Colonial Havana: A Fortress of the Americas, Editorial José Martí, 1998.]
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