Los ordenadores han hecho que el trabajo de traducción y
edición sean mucho más fáciles y más productivos. De eso no hay ninguna duda.
Pero hay ocasiones cuando un error de planificación excluye, por ejemplo, la
posibilidad de hacer uso de la indexación generada por ordenador durante el
proceso final de producción de un libro. En esos casos, es útil conocer algunos
de los viejos principios generales de indexación. Se pueden resumir brevemente
a continuación:
Quien lo elabora debe conocer qué tipo de índice debe
preparar, qué partes del libro se deben incluir y debe trabajar con las pruebas
finales del texto. Los editores deben recordar que cualquier cambio que altere
la paginación de la obra tiene su efecto sobre las páginas anotadas en el
índice, por lo que se deben evitar cambios de última hora.
Quien elabora el índice debe tener una idea clara de los
términos que interesa incluir u omitir en las entradas.
El proceso de indexación siempre comienza marcando las
entradas en las pruebas de las páginas. Después, estas entradas se deben
teclear y ordenar alfabéticamente para producir un borrador.
La utilización de fichas con las entradas seleccionadas en
las pruebas puede resultar útil en esta fase del proceso. Deben incluir un
término por ficha con las referencias a las páginas y se deben ordenar
alfabéticamente.
La información recogida en estas fichas se teclea posteriormente
en el borrador para producir el índice definitivo.
[Imagen: Cicerón redactando sus cartas, xilografía tomada de
sus Epistulae ad familiares, publicadas por Girolamo Scoto, Venecia,
1547, detalle.]
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