Ocasionalmente, me piden que traduzca anuncios publicitarios
en forma de páginas de revistas, plegables, paginas web y presentaciones. En
Barcelona, los clientes piden por lo general traducciones del castellano al
inglés. [1]
Muchas pequeñas agencias publicitarias locales no disponen
de personal propio que pueda redactar sus anuncios en inglés. Por otra parte,
sé que resulta más económico traducir un original escrito en castellano en
lugar de pedir a un redactor publicitario anglófono externo que prepare uno
nuevo en inglés. Sin embargo, a pesar de los mejores esfuerzos de los
traductores, ¿los anuncios traducidos son realmente efectivos?
La publicidad tiene algunas reglas básicas. Una de ellas es
que un mensaje siempre debe «llegar» al público objetivo. Pero la
cuestión es que las mismas palabras en el contenido de un mensaje no tienen el
mismo efecto sobre públicos con antecedentes culturales diferentes. La
publicidad dirigida a poblaciones de habla castellana e inglesa debe variar su
estilo para satisfacer sus diferencias culturales. Eso requiere localización en
lugar de traducción.
La traducción cambia las palabras de la lengua de partida
por otras en la lengua de llegada. La localización es traducción más la
adaptación de esas palabras en el lenguaje de llegada para adecuarlas a
antecedentes culturales diferentes.
Algunos de mis jóvenes colegas se quejan de que las
situaciones más difíciles de afrontar por los traductores noveles son con
aquellos clientes no son siempre concientes de este hecho y cuestionan las
traducciones porque «se han
alejado demasiado» del texto
original. Estos clientes desconfían a veces de cualquier texto que difiere de
los que han escrito. Por lo general, esperan una traducción a cambio, no una
localización. Otras dificultades surgen cuando los clientes tienen pocos
conocimientos de la lengua inglesa y no comprenden bien esas necesarias
adaptaciones o su terminología.
Otros presentan textos muy verbosos y casi intraducibles
—que yo llamo «barrocos»— en
castellano.
Otro problema surge cuando hay clientes que piden a los
traductores que «encajen» sus textos
traducidos en un espacio limitado que ha sido previamente reservado en una
página ya diseñada en la lengua de partida. Esto obliga a los traductores a ser
menos creativos y a producir versiones más literales.
En esos casos particulares, traducir publicidad es como
andar sobre arenas movedizas. No hay que dejarse dominar por el pánico. Basta
con hacer nuestro trabajo y aclarar las dudas. [1]
[1] Ver «Tropicana»,
23 de abril de 2010, «Arte y traducción publicitaria», 30 de abril de 2010.
[Imagen: Scriptorium
Monk at Work, grabado publicado en William Blades: Pentateuch of
Printing with a Chapter on Judges, E. Stock, 1891.]
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