Mis primeras traducciones datan de 1962. Era mi época de estudiante de bachillerato en La Habana. Fue una primera etapa que se prolongó hasta 1969 como una vía para ganar algún dinero extra para mis gastos, y de aprovechar los conocimientos de inglés adquiridos durante mis estudios primarios y secundarios en Miami.
Traducía entonces con una máquina de escribir, y entregaba un original y dos copias de la traducción. El trabajo se hacía a destajo y las tarifas —según el costo de la vida de entonces— eran aceptables para un estudiante que, sin saberlo aún, acababa de descubrir una de sus dos profesiones de toda la vida.
Los primeros temas se centraron en torno a cuestiones tan alejadas entre sí como la caña de azúcar (variedades; cultivo; cosecha; y procesos industriales para obtener mieles, azúcares y alcohol; investigaciones de sus derivados, etc.), la física de las nubes y la producción artificial de lluvia, o las técnicas de las arañas para tejer sus telas.
Eran también los años cuando los traductores de francés se afanaban con los textos de André Voisin sobre pastos y suelos —fue el primero a quien le oí hablar de ecología— y los traductores de inglés trabajábamos artículos de T. R. Preston y M. B. Willis sobre alimentación y cruzamiento del ganado.
Vendrían a continuación —hasta mi entrada en el sector editorial en 1974— doce años de trabajo profesional de traducción en el Instituto Cubano de Hidrografía (avisos para los navegantes, notas para las cartas y las tablas náuticas empleadas para realizar cálculos de navegación, sistemas de señalización marítima, documentos de la Organización Hidrográfica Internacional, etc.), y en el Instituto Cubano de la Reforma Agraria con temas sobre ciencia animal (fisiología, genética, desarrollo, reproducción, lactancia, nutrición y manejo de animales de granja).
A partir de 1974, comenzaría mi etapa de trabajo editorial en el Instituto Cubano del Libro, y el ejercicio de la segunda de mis dos profesiones.
[En la imagen: Alberto Durero: Der heilige Hieronymus im
Gahäus [San Jerónimo (patrón de
traductores e intérpretes) en su gabinete], 1514, grabado.]