Ahora, esa es la cuestión. Porque, en las últimas semanas,
una de las grandes casas editoriales radicadas en Barcelona ha informado a sus
colaboradores por correo-e su decisión de aplicar nuevas tarifas —más bajas— de
traducción y corrección.
Las protestas y las manifestaciones de preocupación de los
colaboradores dieron lugar a una explicación basada en la caída del 36% del
mercado del libro desde 2009, con lo que se justifica la medida. Conviene
recordar aquí que las tarifas de traducción literaria en España, aún antes de
la crisis, ya estaban entre las más bajas de Europa. [1]
Las nuevas tarifas se incluyen dentro de una política general
de disminución de costes en España, que aplica reducciones salariales con la
consiguiente baja del consumo que, en el mercado del libro, se manifiesta ya con
ese 36%.
La lógica parece indicar que cuando, en una sociedad de
consumo, se consume menos, bajar aún más el poder adquisitivo del consumidor
genera aún menos consumo, y no todo lo contrario.
Dar respuesta a la disyuntiva del título de esta entrada no
requiere mucho análisis.
[1] Ver «Tarifas de
traducción literaria», 6 de agosto de 2010; y Esther Allen (ed.): Ser
traducido o no ser. Informe PEN / IRL sobre la situación internacional de la
traducción literaria, Universidad Ramon Llul, Barcelona, septiembre de
2007.
[Imagen: Eugène
Delacroix: Hamlet y Horacio en el cementerio, 81 × 66 cm, óleo sobre
lienzo, 1839.
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