viernes, 26 de julio de 2013

La historia me absolverá (en inglés)

Tal vez, el documento más editado, reeditado, revisado y vuelto a revisar de la política cubana sea La historia me absolverá, alegato de autodefensa de Fidel Castro del 16 de octubre de 1953 ante el tribunal que lo juzgó por los ataques armados simultáneos contra los cuarteles militares de las ciudades de Santiago de Cuba y Bayamo, el 26 de julio de aquel año. Hoy se cumple su sesenta aniversario.
Este alegato, que se recompuso en prisión y circuló poco después de forma clandestina, sirvió de base programática para el movimiento revolucionario que derrocó la dictadura militar encabezada por el general Fulgencio Batista entre el 10 de marzo de 1952 y el 31 de diciembre de 1958.
En 1998, la Editorial José Martí me encargó el cotejo y revisión con una redactora en castellano de la traducción al inglés de la versión entonces vigente de dicho documento para una edición que se publicó ese mismo año.
Se trataba —además de una defensa— de una denuncia de los problemas económicos y sociales que afectaban la isla en la década de 1950 y que justificaban, según el punto de vista del autor, la insurrección armada.
El documento prometía reformar el país sobre las bases establecidas por la constitución democrática de 1940 y de solucionar los problemas de la tenencia de la tierra y del latifundismo nacional y extranjero; el escaso desarrollo industrial del país; la crisis generalizada de la vivienda; el elevado por ciento de desempleo; y las deficiencias crónicas de los sistemas de educación —con un alto nivel de analfabetismo— y de la sanidad públicas.

[Imagen: Fidel Castro: History Will Absolve Me, Editorial José Martí, 1998.]


viernes, 19 de julio de 2013

Sobre la jubilación

Traducir y editar no tienen nada de aburrido. Por ejemplo, este primer semestre de 2013 mi esposa y yo hemos traducido, revisado y corregido textos de las temáticas siguientes: arte, biografía, cocina, empresariales, farmacología, ficción, física y turismo. También he asesorado a una pequeña editorial española sobre una obra que están editando en inglés después de traducirles cuatro de sus textos preliminares a esa misma lengua.
Esto es lo que hace tan difícil la idea de la jubilación. Uno sabe que la hora se aproxima, pero es duro imaginar una mañana sin una página en blanco y un texto a la espera de ser traducido; un original listo para ser revisado o unas pruebas por corregir.
Es algo que se disfruta haciéndolo y que se ha convertido en una parte importante de la vida cotidiana. Es más que una cuestión de ingresos. Es duro renunciar a algo que nos ha puesto en contacto con personas muy talentosas e interesantes; que ha contribuido a nuestro conocimiento y a nuestra cultura durante más de medio siglo.

[Imagen: Domenico Ghirlandaio: San Jerónimo en su gabinete, fresco, 184 × 119 cm (1480).


viernes, 12 de julio de 2013

Los lomos (de los libros)

Esta semana he tenido que responder algunas consultas sobre la distribución de los textos en las cubiertas de los libros, y me ha parecido interesante compartir una de ellas con mis colegas más jóvenes.
Ya he definido el lomo de un libro en otra entrada como la: «Parte estrecha de la encuadernación que une la cubierta con la contracubierta. Se imprime generalmente con título, autor y logotipo del editor.» [1]
En esta ocasión, la duda ha sido cómo distribuir estos textos en dicho lomo.
Lo ideal es que el libro sea lo bastante voluminoso como para que los textos quepan a lo ancho y facilitar su lectura cuando se encuentra en una posición vertical en un estante (ver los tres primeros ejemplares a la izquierda de la imagen). Sin embargo, no siempre es así y eso obliga al diseñador gráfico a distribuir los textos a lo largo del lomo.
Se aplican dos formas:
1) A la europea, cuando el texto se lee de abajo hacia arriba.
2) A la estadounidense, cuando el texto se lee de arriba hacia abajo (ver los ejemplares a la derecha de la imagen).
Muchos diseñadores y editores obvian esta diferencia y las usan indistintamente, aunque hay una tendencia a emplear la forma estadounidense.
Yo prefiero esta forma porque tiene una ventaja: cuando los libros se colocan horizontalmente con la cubierta hacia arriba, los textos quedan derechos —y fácilmente legibles— mientras que con la forma europea quedan invertidos.

[1] «Términos editoriales: Cubierta», 25 de noviembre de 2011.

[Imagen: Lomos anchos y a la estadounidense de algunas de mis traducciones.]


viernes, 5 de julio de 2013

Ganadores y perdedores

Muchos de mis colegas siguen quejándose en los foros de traductores acerca del intrusismo profesional en nuestro mercado de trabajo abierto para todos. Pienso que es más una cuestión de ética empresarial que un problema de ética laboral. Los traductores profesionales desempeñan su trabajo con seriedad, y lo hacen bien y legalmente.
El caldo de cultivo que permite el intrusismo en la traducción se localiza en algunos sectores de la comunidad empresarial que buscan traducciones baratas, y que menosprecian el respeto que merece el público.
Los ganadores son aquellos clientes que prefieren bajar costes a expensas de la calidad y contratan traductores incompetentes.
El perdedor es el público que paga un buen precio por un producto malo.
Mis colegas tienen razón cuando se quejan. Cuando un traductor sin cualificación acepta tarifas muy bajas, entrega traducciones de mala calidad y trabaja dentro de la economía sumergida, pone en peligro el prestigio de nuestra profesión.

[Imagen: Hans Holbein: El vendedor ambulante (Serie Danza de la Muerte), 14,7 cm × 10,7 cm, xilografía, circa 1538.]