viernes, 25 de marzo de 2011

Sobre la edición (2)

Puntuación. Cualquier traductor novel inglés > castellano o castellano > inglés sabe cómo puntuar. No obstante, hay diferencias de estilo tipográfico que debemos recordar cuando traducimos oraciones interrogativas y exclamativas en estas lenguas.
Oraciones interrogativas. Los signos de interrogación requieren una escritura cuidadosa porque las oraciones interrogativas en inglés solo necesitan un signo al final (?). La puntuación en castellano, sin embargo, emplea dos signos: uno para «abrir» (¿) y otro para «cerrar» (?).
Oraciones exclamativas. Los signos de exclamación requieren el mismo cuidado porque disponen de signos similares para «abrir» (¡) y para «cerrar» (!) las oraciones. Los signos para «abrir» se olvidan con frecuencia en el fragor del proceso de traducción y se deben corregir cuidadosamente. [1]

[1] Para la primera parte de estos comentarios, ver «Sobre la edición (1)», 18 de marzo de 2011.

viernes, 18 de marzo de 2011

Sobre la edición (1)

Prefacio. Hace algunas semanas, publiqué una serie de cinco comentarios breves acerca de la importancia de editar, revisar el estilo y corregir adecuadamente las traducciones antes de entregarlas al cliente. En esta ocasión, voy a presentar otra serie de comentarios similares acerca de algunos aspectos del estilo editorial que los traductores noveles deben considerar cuando trabajan textos inglés > castellano y castellano > inglés.
Se trata de algunos aspectos del estilo editorial que se olvidan o se descuidan a menudo. Sin embargo, contribuyen a mejorar la calidad del trabajo de un traductor para su publicación. En las próximas entradas, comentaré algunos de estos detalles tipográficos.

[En la imagen: Abraham Bosse. Taller de impresor, c. 1642, grabado.]

viernes, 11 de marzo de 2011

Respuestas a una encuesta

Las preguntas y respuestas que reproduzco a continuación forman parte de una encuesta sobre la traducción literaria realizada en Barcelona. Las respuestas corresponden al 7 de noviembre de 2010.

1. ¿Cómo se decidió por el mundo de la traducción?
Por casualidad. En 1962, tenía dieciocho años y terminaba el bachillerato en La Habana. Supe que se necesitaban traductores y me pareció una forma de ganar algún dinero, y de aprovechar la circunstancia de mi manejo del inglés porque había hecho mis estudios primarios y secundarios en Miami. El trabajo me gustó desde el principio y no he dejado de traducir hasta hoy. Es una profesión que he simultaneado con la edición de libros desde 1974.
2. ¿Por qué quiso estudiar traducción? ¿Qué le llamaba la atención de esta carrera? (Si es que había algo que le llamase la atención.)
Nunca hice la carrera de traducción. Cuando matriculé en la universidad, en 1971, ya era traductor. Me pareció más útil para mi formación profesional estudiar lenguas y literaturas clásicas.
3. ¿Una vez se ha acabado de estudiar la carrera como traductor, es difícil conseguir faena traduciendo? (Ámbito general y personal.)
De manera general, para alguien recién graduado de traducción es difícil, como en cualquier carrera, porque primero tiene que darse a conocer y tener alguna experiencia. Sin embargo, si va dando buenas muestras de la calidad de su trabajo, puede lograr cierta estabilidad laboral en dos o tres años.
4. ¿Cómo encuentra el campo laboral dentro de la traducción? ¿Es un mercado competitivo?
Sí. Es competitivo porque no solo participan de ese mercado los traductores profesionales, sino algunas personas de otras profesiones que traducen como segunda actividad. También hay algunos que creen que porque conocen un segundo idioma ya eso los convierte en traductores. Eso se nota en la baja calidad de muchas traducciones que, incluso, se publican.
5. Actualmente, ¿está bien valorizado el trabajo como traductor?
No. La primera manifestación de eso es lo bajas que son las tarifas. La segunda es la «invisibilidad» de los traductores. Basta con leer muchas críticas de libros que elogian la obra, el estilo y los méritos literarios de muchos autores extranjeros cuando uno sabe que el crítico no se la leído la obra en su lengua original sino la traducción. Del traductor, ni una palabra.
6. ¿Qué consejos daría a los futuros traductores?
Estudiar mucho, leer mucho, esforzarse para dar la mayor calidad y ser extremadamente puntuales con las entregas de los encargos.
7. ¿Y como traductor principiante, que le pediría a los traductores con más experiencia?
Que compartiesen sus experiencias. Pero, lamentablemente, hay poco contacto entre los traductores. Vivimos muy aislados.
8. ¿El arte de traducir es algo que se aprende en la universidad, porque alguien se lo enseña o es una habilidad innata? ¿En su caso, cuál de las tres lo representaría?
La universidad nos da las herramientas básicas para el ejercicio de una profesión, alguien nos enseña a usarlas, pero somos los traductores, con nuestro talento o con nuestra perseverancia, los que podemos convertir un oficio en arte. En mi caso, tiene que ver más con las capacidades adquiridas en mi infancia bilingüe. Aunque a mi ego le gustaría creer que también tengo talento. Otros lo decidirán.
9. ¿Qué fue lo primero que tradujo? 
Artículos científicos. Después de 48 años de trabajo, soy un traductor versátil, pero mis orígenes están en la traducción científica y técnica.
10. ¿Es inevitable alejarse a veces del texto original a la hora de traducir? 
Depende que lo que quieras decir con eso de «alejarse». La traducción es la recreación de un texto. Yo diría más bien que es una aproximación en otra lengua.
11. ¿Traducir es simplemente rescribir de la lengua original a la lengua de llegada?
Si se calca un texto, es una mala traducción. Primero, hay que interpretarlo, saber exactamente qué quiere expresar el autor en la lengua de partida; después, transmitirlo con precisión en la lengua de llegada, con las formas propias de la lengua de llegada. A veces, esa reescritura puede ser muy difícil.
12. (Continuando con la pregunta 11) ¿O se ha de conocer también el contexto del texto de partida?
Por supuesto que sí. No basta con conocer muy bien las lenguas de llegada y de partida. Hay que conocer el contexto cultural, histórico y social en el que se produce una obra para poder interpretar, para el lector que tiene una experiencia diferente, lo que el autor quiere expresar.
13. ¿Alejándonos de la traducción literaria… ¿Qué piensa de las traducciones de guiones americanos o ingleses al español?
No siempre son acertadas. Incluso, los títulos de las películas son a veces muy desafortunados.
14. ¿Y por último, que es lo mejor y lo peor de ser traductor?
Lo mejor: 1) la sensación de que uno contribuye modestamente al mejor entendimiento humano entre personas de culturas diferentes, y 2) la autonomía (cuando se es freelance). Lo peor: 1) Esa invisibilidad que menciono en la respuesta a la Pregunta 5, y 2) los cambios inconsultos que muchos editores anónimos hacen en las traducciones que salen después con el nombre del traductor.

[En la imagen: Alberto Durero: Der heilige Hieronymus im Gahäus [San Jerónimo (patrón de traductores e intérpretes) en su gabinete], 1514, grabado.]

viernes, 4 de marzo de 2011

1001 canciones

Random House Mondadori ha publicado recientemente 1001 canciones que hay que escuchar antes de morir. Se trata de una selección de algunas de las canciones más importantes del último siglo.
La obra se divide en siete capítulos ordenados por decenios: los años comprendidos antes de la década de 1950 (desde Enrico Caruso) y la década de 2000 (hasta Gorillaz).
A mí me correspondió traducir desde la página 356 hasta la 455 y desde la 840 hasta la 899. Fue un trabajo colectivo con otros siete traductores.
La obra incluye, además, un interesante anexo titulado «10.000 canciones que hay que escuchar…».
Esta edición de Robert Dimery tiene un antecedente en Toby Cresswell (ed.): 1001 Songs: The Great Songs of All Time and the Artists, Stories and Secrets behind Them, Thunder’s Mouth Press, 2006.

[En la imagen: Robert Dimery (ed.) 1001 canciones que hay que escuchar antes de morir, Grijalbo, 2011.]